martes, 31 de diciembre de 2013

N'Kosi Sikeleli



Si por alguna razón Nelson Mandela sigue vivo es porque se atrevió a vivir en los demás. La idea no es fácil de asimilar, porque no estamos acostumbrados a percibir la dimensión universal de nuestras vidas individuales. Es más fácil que nos dediquemos a buscar cómo saciar nuestras particulares y limitadas necesidades (o lo que creamos que ellas sean). Pocos estaríamos dispuestos a padecer 29 años de prisión, y muy pocos a soportarlos siendo capaces de estudiar, escribir, y luego salir a darle a los verdugos un abrazo.

El himno de la unidad africana habla de estos asuntos.

Escúchenlo, en esta hermosa versión en la que participan Miriam Makeba (Mamá Africa), Paul Simon (incomparable, generoso y amoroso), y el discípulo de Makeba, Hugh Masekela, con su trompeta genial.



Que tengamos un año 2014 comprometido, solidario y generoso.

Luis Jaime

martes, 24 de diciembre de 2013

Del re-nacimiento al intento
(un mensaje para el final de 2013)


Mis amigos saben que el lenguaje me apasiona. Y que suelo buscar en las palabras algo que generalmente ellas no dicen, no porque no tengan el potencial para expresar más de lo que queremos sino porque muchas veces no sabemos o no queremos decir algo más allá de lo que imponen la cultura, la tradición, las costumbres, las épocas.

Escribí hace uno o dos años, en un mensaje navideño, que una idea valiosa de la tradición es que en culturas no religiosas el sentido del re-nacimiento estaba presente en esas fechas que sugieren el término de un período de la vida, de los ciclos de la Tierra, de las actividades productivas en el campo... Y es bueno que nuestra mayor potencia como especie, la cultura, nos lleve a hacer cavilaciones y balances, y que nos dé la posibilidad de pensar que podemos ser mejores, y que incite a pensar que cualquier transformación benéfica en nuestra vida generalmente se logra sobre la base de ejercer nuestra capacidad para abandonar aquello que nos limita, o nos reprime, o nos lleva a conformarnos con rutinas o con ambientes confortables.

Sobre nacer y renacer seguirán escribiéndose muchas notas, y libros, y mensajes como éste.

Pero el amigo Monlau, el etimólogo que consultaba mi abuelo materno en la versión de su diccionario de 1941, me hizo pensar que hay otros sentidos asociados con las celebraciones de cada final de año. Afirma que las pascuas, una de las cuales asocia la tradición católica con la navidad, significan la celebración de un "paso" (el paso del Mar Rojo cuando Moisés condujo a su pueblo en la liberación de la esclavitud en el antiguo Egipto). En las llamadas pascuas de navidad se debería celebrar la transición que supone el que podamos reinventarnos cada vez que queramos.




Carlos Castañeda, el viajero antopólogo amigo de Juan Matus, descubrió que uno de los "secretos" de la sabiduría de su amigo brujo consistía en haber desarrollado su capacidad para atreverse a ser diferente, y mejor, al enfrentar nuevos retos y situaciones en la vida. El "intento" es el reconocimiento de que se puede superar una encrucijada, o adquirir un saber, o resolver un problema, o alcanzar una meta, y es además el empeño que se aplica en cada caso, y también la conquista final, la transformación, el logro que resulta.

Como no es época para grandes discursos sino para enormes abrazos, concluyo aclarando que esta nota tiene como propósito convertir en abrazo mis palabras, siempre dedicadas a quienes leen mis escritos (dije ya que son mis amigos, y mis amigos justifican en gran medida mi existencia). Deseo que con el renacimiento de cada uno venga el intento por alcanzar lo mejor que la vida nos puede ofrecer (en mi opinión, se trata del amor, el trabajo y el conocimiento, como he dicho que dijo mi otro amigo, Wilhelm Reich).

¡Suerte y pulso para 2014!

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Sólo el amor...



Alto en la cumbre
todo el jardín es luna,
luna de oro.
Más preciso es el roce
de tu boca en la sombra.

Jorge Luis Borges, El oro de los tigres


NOTA: Los versos del epígrafe corresponden al juego de un argentino que intenta, o simula, pertenecer a un mundo en el cual se percibe y se siente de manera diferente a aquella que su cultura y su tiempo le han permitido. Las TANKAS son formas poéticas creadas en Japón que constan de un primer verso de cinco sílabas, uno de siete, otro de cinco, y los dos últimos de siete cada uno. Borges creyó que la gran aceptación de la que gozaban en su país de origen podía tener que ver con su musicalidad. La forma original de los tankas prescinde de la rima.



Porque son indefinibles, la idea misma del amor tanto como su realización permiten cada día ensayar nuevas y a veces afortunadas pero siempre precarias invenciones. Hay ocasiones en las que hallamos textos que se ajustan parcialmente a las imágenes que fabricamos, pero es poco probable que encontremos modos adecuados para expresar la manera como vivimos el amor. Por éso seguiremos buscando en la poesía, en las canciones, en las torpezas o los fortuitos hallazgos de una conversación, una imagen que corresponda a aquello que sentimos o que presumimos que alguien siente por nosotros.

En el amor hay idealizaciones porque hay deseos. Pero hay también incertidumbres, las de cada enamorado; y hay ansiedad, porque la impaciencia parece ser una condición de nuestra especie, limitada por el tiempo y por el escaso poder de las posibilidades que tenemos de transformar las realidades que nos tocan en suerte; y hay los conflictos propios de quien sabe que el nosotros se compone de un yo y un tú que se esfuerzan por forjar un camino conjunto; y hay los miedos que todos portamos, de los cuales nos cuesta tanto despojarnos, y la necesidad de a veces refugiarnos en la más recóndita soledad; o la reinvención cotidiana de proyectos que pugnan por trazar sus propios caminos...

Como no hay un amor plenamente definido y cierto, no hay el amor constante, estable, incólume. Pero hay un deseo que trasciende el deseo y que implica tener el valor de mirarnos en una mirada que siempre nos cuestiona, que cada vez es diferente, que despoja al tiempo de su condición de carcelero y a las obligaciones de su fuerza.

Hay variaciones, momentos, circunstancias; y hay el tiempo, que tiene la virtud de permitir que transformemos la voluntad, o el interés, o los plazos que nos fijamos para cada tránsito.

Lo cierto es que el amor, definido o indefinido, o la idea que tengamos sobre el amor, o los modos como somos capaces de vivir nuestras ideas sobre el amor, son el amor.

Y qué bien que podamos vivir sólo amando.

Luis Jaime, diciembre 11 de 2013

viernes, 1 de noviembre de 2013

Carta Baraja


No la inventé. Apareció una noche en la que, hace un poco más de veinte años, me dolía por no estar con una mujer que entonces amé. Quizás sigo pensando en los juegos de las palabras y en todos los juegos que se ofrecen como reto y como posibilidad todos los días, quizás imagino el mundo en reversa y pienso en revivir situaciones en las que definitivamente he asumido una apuesta, quizás me voy haciendo un poco viejo (inevitable y decididamente viejo) y me aferro a toda la fuerza de una vida que siento comprometida, a pesar de cada desliz en el camino, o de cada inconsistencia en las ideas, y en la relación entre propósitos y concreciones.

Naipes más antiguos italianos que se conservan


Una baraja es una puerta hacia posibilidades de juego, una trampa, una alternativa para la salvación o la condena, el incierto camino hacia aquello que hemos fabricado -sin saberlo- para afirmarnos y para escarbar en busca de un remanso.

La idea viene del I Ching, o de la Rayuela de Cortázar, o del ajedrez, o de la vida misma. Se trata de una serie de fichas (cartas) que se pueden mezclar -con los ojos cerrados, si se quiere- mientras se toma un café o se dispone uno a dormir. Las combinatorias resultantes son enormes, sobre todo si se piensa que pueden llegar con los días otras hojitas a engrosar el mazo.

Como se trata de un juego, no importa qué carta está en primer lugar, porque no hay una posición privilegiada o dominante: la vida no te dice qué escoger entre puertas que no sabes a dónde te conducen. En el amor, más que puertas hay sensaciones, o esas cosquillas que te invitan a arriesgar un intento.

Podríamos tener al comienzo una carta que dice...


Pero la carta no es la primera, ni la segunda ni la última (para qué un lugar, para qué una secuencia definida, si todo se presenta simultáneamente o con el ordenamiento del desorden).

Y sigue (aunque ya no, ni necesariamente)...


esa carta que obtura hasta el fracaso la certeza de un avance, de un paso hacia adelante (adelante no es nada, apenas una idea prestada). Y hay más, porque se ha comprendido una condición


... y titubeamos, y descubrimos que la incertidumbre es mayor, dominante, si pensamos en términos de proyectos y de objetivos...


Nada hay cierto, no hay cómo armar el cuento de lo ya realizado porque todo es incierto, aquí la idea de método se quiebra... Y se dice que


...reconociendo que jamás habrá tiempos definidos, que no hay pasado en el futuro que hace nuestro presente, que son posibles todas y cada una de las situaciones que se pueden causar...


... y el tiempo no será más que otra ilusión, o estaremos tan muertos como aquello que se olvida.Y las personas no serán más que una categoría de las descripciones gramaticales, a menos que sintamos que hay nosotros en muchas de las contravenciones con las que retamos ese pequeño mundo que habitamos.


 Y siempre habrá de ser ese momento en el que alcanzamos a sabernos decididamente necesitados de otros, urgidos de certezas sobre la posibilidad de querer y de entregarnos porque sí, porque siempre querer será de veras si alguien nos pide ser querido.


Se aprende que no es lo mismo ser animal que ser humano, que andamos debatiéndonos entre el deseo y el proyecto, entre la piel y el cálculo...


porque jamás volveremos a estar solos, más allá de la piel y de los ritos que inventamos para borrar las sombras; porque hemos sido capaces de inventar un camino que nos trae el abrazo, la sonrisa o el canto, y entonces convendremos que hemos estado vivos...




Se trata de un ejemplo, de una propuesta, de una idea de juego que hace ciertas algunas ilusiones...


El autor sugiere que se juegue, y que se enriquezca la baraja, y que la vida -entonces- se ilumine. Cada quién con su apuesta, cada uno con su idea del juego....


Nota: Pueden imprimirse, recortarse y armarse las barajas, que seguramente -si se es serio con el juego- irán incorporando otros textos, otras fichas. Todo se puede enriquecer. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

AUTO-CITAS

1. La libertad es el ejercicio de la conciencia. La conciencia plena, real, no simulada (que sería pose, nada más), exige consecuencia: tiene como consecuencia el ser éticos y el ser libres. Así, ningún individuo deshonesto es libre, ningún mentiroso es libre.

2.Des-adaptarse, renunciar a la aptitud que reclaman (exigen, imponen) los modos vida que nos circundan (la muerte que nos rodea), para que todo sea posible. Pero, cuidado: no se trata de reivindicar la muerte, que es oferta de la renunciación, y no necesariamente de la des-adaptación. De algún modo, sólo existe la opción del heroísmo (así como héroes terminemos siendo derrotados).

3. Hay una gran confusión entre paz y calma. Esta última es lo que se reclama como vida sin conflictos. Pero lo que se asume como conflicto es cualquier expresión de malestar (siempre hay quienes experimenten malestares en nuestra sociedad, pues su fundamento es la desigualdad). Lo grave es que la ausencia de conflicto bordea la supresión de la libertad.

4.No es limitando las posibilidades de otros como se amplía la libertad propia; en ese caso, lo que se obtiene es la imposición (un ejercicio del poder como instrumento para obtener ventajas de un solo lado).

5. La existencia de otros, su libertad para ser y expresarse de manera diferente a la nuestra, hace posible nuestra existencia: nos permite identificarnos, tener conciencia.

6. La ley es desigual. En Colombia se puede matar cuando se actúa —según las leyes— "en legítima defensa" (lo que incluye la defensa de la propiedad, no sólo de la vida).

7. Si el olvido "es una de las formas de la memoria, su oculto sótano", es porque somos seres vivos; es decir, porque dependemos de cada instante, vale decir, de toda circunstancia. Así, el olvido viene a ser una postura (mejor, una impostura) en la que juega papel decisivo la inconsciencia: si es imposible olvidar real y completamente, el des-ejercicio de la memoria sólo puede explicarse como estrategia para subsistir, para acomodarnos, para congraciarnos con toda suerte de adversidades, aún de las imaginadas.

8. Añoranza y esperanza (recuerdo y fantasía), como estrategias, constituyen disculpas tardías o anticipadas de cómo somos, o pensamos, o actuamos.

9. En algún lugar, en algún momento, se me ocurrió que en verdad "la esperanza es lo último que se gana". La idea es válida sobre todo para pueblos que se han acostumbrado a la desgracia, a la corrupción, a la imposición.

10. Se les ocurrió que la imagen del espejo permite mostrar lo que cada quién es. Pero no recordaron (no advirtieron) que los espejos (como los lentes) son selectivos, y que no se garantiza que reflejen adecuada y verazmente lo que se sitúa delante de ellos.

jueves, 3 de octubre de 2013

Sergio, 19 años

La tradición, una de las buenas que tenemos, invita a que consideremos complemento importante de nuestros proyectos de vida tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro. Pero los proyectos a veces se diluyen o se transforman, o se aplazan o se olvidan, porque la vida ofrece o impone o regala o niega, y así vamos bebiéndola a sorbos, no todos de la misma botella ni disfrutando los mismos sabores.

Tengo tres hijos magníficos. Cada uno es como es, y cada cual es especial. Incomparables, y todos ellos semillas germinadas, árboles que dan frutos acordes con sus propias parcelas, y libros que se escriben con el gozo y la cautela de quienes afirman en cada día sueños y realidades ciertas.

Este 1 de octubre Sergio, el menor, llegó a los 19 años. Hubo la celebración que él quiso, con seis amigos entre sus compañeros de colegio y los nuevos que la vida universitaria le ha regalado. Celebraron con juegos, con esa idea de inventar mundos posibles que quizás contienen utopías similares a aquellas que movieron a mi generación y que tuvieron expresiones poderosas en la Revolución de Mayo de 1968, en la música que transformó conceptos y sensibilidades en la época brillante de los transistores (y que nos acercó al resto del mundo y configuró unos maravillosos gustos eclécticos, que abarcaba nuevas olas y boleros y tangos y guarachas y festivales de la canción que todavía no parecen superados), en una literatura que destruyó modelos y propuso modos diferentes de estar en el mundo, en conceptos sobre el amor que demolieron convenciones tenidas por inamovibles destinos, en la conquista de una luna que hasta entonces creímos territorio de idealistas enamorados y de mucho queso.

Creo que es bueno que se regalen recuerdos, sobre todo cuando éstos se han fabricado con las expectativas de un padre frente a la exploración del mundo por parte de los hijos niños.

Sergio me sorprendió temprano en su vida porque decidió leer antes de cumplir los cuatro años, disfrutando un juego que diseñé en compañía de un grupo de amigos para aportar a la alfabetización de adultos en el Pacífico colombiano. Leyó porque le dio la gana, y leyó con ganas. Y decidió saberse los nombres y las diferencias entre los ejemplares de un zoológico prehistórico lleno de tiranosaurios, diplodocus, parasaulophus, arqueopterix, tigres dientes de sable y vaya uno a recordar cuántos más animales de fábula que registraba con rigor de niño y con sueño de investigador.

Después se dejó tentar por la anatomía, especialmente por los huesos humanos. Reconocía, nombraba y ponía en su lugar casi cada uno de los doscientos huesos que tenemos los humanos. Pudimos encontrar un rompecabezas que sirvió para confirmar su memoria prodigiosa.

Entre tanto, el lenguaje lo sorprendió con millones de alternativas y posibilidades.

Y hubo la música, y algo parecido al teatro, y un humor que lo hizo más inteligente y amable y querible. Unas músicas que recorrieron el camino de las canciones de Jairo Ojeda y tonadas infantiles de muchas lenguas y muchos países, que se fundieron con las de los recuerdos de sus padres, que fondearon en los mares del clacisismo (durante más de tres años hizo suyos mis discos de Ravel, de Bach, de Mozart, de Bethoven...).

Y hubo ternuras que todavía me duele que no sean las de hoy.

Y hubo expresiones de locura que envidiaba su padre (con siete años, parado sobre la mesa de un comedor en el Colegio Montessori de Cali, gritó que amaba a Laura, una compañerita de su edad que quizás un día le regaló un beso, y que otra vez lo desairó, ese día en que llegó cantando un trozo de la canción de Polo Montañez que habla de quien en el amor es un idiota....).

Esa semilla, ese árbol, ese libro, cumplen 19 años.

No es un chico estudioso, pero supo alcanzar el mejor ICFES de su colegio e ingresar a la Universidad Nacional obteniendo un puntaje que lo situó en el puesto 16 entre 2000 aspirantes a un cupo en Ingeniería de Sistemas.

Que se haga su voluntad, y ojalá que haya una voluntad de vida y de afecto por la vida que lo hagan un buen sujeto.

Feliz cumpleaños, hijo, árbol, libro.

jueves, 14 de marzo de 2013

Leer, Pensar, Escribir...


Igual que en el bolero Por la vuelta, de Felipe Pirela con la Billo´s Caracas Boys, de hace ya más de cuarenta años, "La historia vuelve a repetirse...".

Y se repite con casi todos los temas que las "actualidades" de los medios nos traen: la muerte de un presidente, la exaltación de un pontífice, el incremento de las desgracias para los trabajadores de todos los lugares del planeta, la triste constatación de que vamos avanzando a pasos cada vez más rápidos hacia el despeñadero porque en el mundo todo cambia para que nada cambie, o todo es diferente para que sea cada vez menos igual (o, de otro modo, peor).

Y no es que haya pesimismo de este lado. Entro a mis salones de clases y veo decenas de personas espantadas con la incertidumbre de estos tiempos pero, todavía más grave, con la sensación de que ingresan desarmados a una contienda que no han elegido, de que del lado del camino que recorren no perciben más que celadas, invitaciones a hacerse tramposos, de que ninguna de las "armas" con las que suponen que les dotaron sirven para vivir mejor, para sentirse bien consigo mismos, para hacer cierta la ilusión de un mundo en el que puedan amar y sentirse amados, crear y crearse, aportar a otros, hallar un sentido para sus vidas. Parecen avanzar por la vía de los acomodamientos y las renuncias, más todavía si deben demorar más la declaración y el uso de sus autonomías, sus certezas, sus libertades y sus derechos.

Hace algo menos de un mes las noticias hablaban de España ("...camisa blanca de mi esperanza / reseca historia que nos abraza / por acercarse sólo a mirarla; / paloma buscando cielos más estrellados / donde entendernos sin destrozarnos / donde sentarnos y conversar...")

Hace menos de un mes, también, nos llegaban los resultados de una serie de estudios realizados en nuestro continente, donde se mostraba que hay cada vez menos jóvenes lectores, que algo así como el 60% de los egresados de los programas de educación media exhiben un preocupante bajo nivel de comprensión de lectura, y que a nuestras universidades llegan cada año más grandes contingentes de cuasianalfabetas.



Llegué a la docencia por accidente. O por necesidad, tal vez. Un joven universitario que debe resolver la vida no tiene muchas opciones, y yo debí asumirme como profesor de otros jóvenes apenas menores que yo, repitiendo los temas que apenas un año antes se dictaban en mi universidad. Tuve la suerte de que se me ofreciera una monitoría por parte de un amigo profesor, y comencé a hacerme preguntas sobre el sentido de la educación, sobre los programas formativos, sobre las cualidades de los buenos maestros...

En Colombia nos preciamos de contar con unos planes educativos muy completos. Criticamos la educación en países como los Estados Unidos, donde los jóvenes saben poco o menos que lo que "aprenden" los nuestros. Hay quienes dicen que hablamos el "mejor" español del mundo. Y otras bobadas por el estilo.

Lo cierto es que una educación que no forma gente pensante sólo puede conducir a la existencia de pueblos infelices, domesticados, pasivos...

Pero los sistemas educativos no pueden formar pensadores cuando su propósito más claro es "llenar" con informaciones varias a los jóvenes. Varias e inútiles. Ninguna materia tiene que ver con otra, ningún conocimiento se vincula con las experiencias de los estudiantes, los docentes repiten "verdades" que otros les ofrecieron como moneda buena, y ni los alumnos ni los educadores saben para qué saben lo que supuestamente saben. Nada sabemos.

De la imaginación ni hablar. Está prohibida. Una señora que actuaba como directora de grupo de mi hijo menor, cuando él apenas tenía siete años, tuvo la desfachatez de mandarme una nota en la que afirmaba que era un "líder negativo", ya que se resistía a su deseo de verlo juicioso y obediente copiando en sus cuadernos decenas de tonterías que ella consideraba conocimientos.

Mis estudiantes universitarios no saben leer. Nunca han leído. Aprendieron a distinguir letras, palabras, frases y oraciones. Pero no saben hallar el sentido de una expresión, no tienen idea de que el sentido guarda relación con un contexto, de que los enunciados son unidades de sentido que se articulan unas con otras para producir un sentido que va más allá del sentido de cada secuencia de palabras. Odian las matemáticas, porque las padecieron como un castigo, y desconfían de su capacidad de hacer preguntas porque les hicieron sentir que quien hace preguntas es un despistado, o un provocador, o un excéntrico, o una persona que gusta de perder el tiempo y hacérselo perder a otros.

Carecemos de educadores. En el mejor de los casos, los profesores de nuestras secundarias, y muchos del sistema de educación "superior", tienen la buena memoria de quien logra repetir ideas ajenas consignadas en un libro, y el buen criterio (o la buena suerte) de quienes alcanzan a distinguir entre buenos y regulares textos. En sus prácticas habituales, posan de sabedores y exhiben su capacidad para recitar fragmentos más o menos prestigiosos extraídos de los libros que alguien les dijo que sobresalían en algún campo del saber. Hacen exámenes, que corrientemente consisten en la presentación de un cuestionario para el cual no hay más respuestas que aquellas que concuerdan con las "verdades" de un texto o con aquellas que ellos mismos han podido extraer de los libros que fueron obligados a leer y de los que de alguna manera reniegan.

Hay quienes se acogen a la más triste expresión de la llamada "sabiduría popular", y excusan los modos de hablar y de escribir más atroces con el "argumento" de que la incomunicación es asunto de "malos" entendedores. Y entonces disculpan también la pereza, que les regala la comodidad de las frases hechas, de las fórmulas verbales que se intercambian como verdades en el mercado de las conversaciones cotidianas, de las "verdades" de las ciencias que no interesa comprender. Y entonces, no hay crítica posible, no hay dudas, no hay emoción ni conmoción por el descubrimiento de un saber.

Afirmo que no se puede escribir sin pensar. Más aún, que no se puede leer sin hacerlo. Pero a nuestros jóvenes les han hecho creer que una buena lectura no es otra cosa que un buen ejercicio de la memoria. Los exámenes lo prueban: estoy seguro de que sólo los docentes mediocres hacen exámenes para pedir que los estudiantes repitan sus precarias, tontas, inútiles "verdades".

Pensar supone tener la capacidad de ver, de hacer distinciones, de agrupar elementos, de establecer relaciones, de aventurar hipótesis, de hacer síntesis, de producir comentarios, de apropiar ideas, de construir expresiones que den cuenta de lo que llegamos a comprender. Lo demás es repetir frases (huecas, porque donde no hay comprensión no hay más que el eco de un sonido que puede confundirse perfectamente con el ruido).




Escribir (de verdad) supone producir ideas, no transcribirlas o recordarlas. La escritura es creación o no es escritura.

A nuestros jóvenes los "educaron" en la memorización y en la repetición de pedazos de verdades ajenas. Y ninguna universidad parece haber comprendido (quizás no interesa, porque el negocio se echa a perder) que no puede haber formación cierta sin personas que piensen.

Los docentes poco producen. No escriben. Leen lo que se presenta como novedad, como "nuevo" discurso, así lo nuevo sólo tenga que ver con que hay una edición reciente de un discurso hace tiempo instaurado. Leen nombres que se ponen de moda en cada área del conocimiento, pero no de-construyen los conocimientos para comprobar qué tanta validez tienen. Leen "verdades" que les permiten dormir tranquilos y cobrar mensualmente una suma para pagar los arriendos, para distraer a sus parejas, para comer de vez en cuando un plato gourmet o tomar un licor "prohibido" mientras hacen gala del mal gusto que cuelga en sus paredes en forma de reproducción de una prestigiosa obra del dudoso arte moderno o del validado arte de tiempos ya pasados.

Los docentes no escriben. Si lo hacen, es para demostrar que han desarrollado capacidades para "copiar y pegar" verdades ajenas, lo que le reprocharían a sus estudiantes si leyeran los "trabajos" que les imponen.

Pensamos mal. Leemos poco o casi nada. Escribimos menos.


NOTA: Me he propuesto escribir sobre asuntos que inevitablemente pienso (y me ocupan) cuando ejerzo como docente. En mi caso, no hay verdades sino inquietudes. Y espero que haya contradictores, críticos y comentaristas de mis notas. Transformar el mundo es imposible sin ideas, y no hay ideas transformadoras hechas a la medida de las necesidades de nadie. Habrá que pensar (leer, escribir).