jueves, 4 de octubre de 2012

Regalos de Vida


Contexto: El pasado viernes, 28 de septiembre, falleció en Bogotá mi tío Luis Víctor Ariza Prada, hermano menor de mi padre (quien en marzo pasado llegó a los 91 años de edad). El tío tenía 87 años. En su memoria, y como otro modo de abrazar a sus hijos (Lucho, Carlos, Jenny) y a muchos primos que pocas veces veo, publico esta nota.



En la medicina tradicional peruana se suele trabajar con animales, que se sacrifican tanto para realizar el diagnóstico como el eventual tratamiento de quienes acuden a los indígenas que sirven a sus comunidades ofreciendo alternativas frente a males que la medicina científica (mal llamada "occidental") es incapaz de manejar.


Al margen de los resultados que se obtienen, lo cierto es que tras el conocimiento y las prácticas de chamanes, curanderos, yerbateros, "brujos" o médicos populares, hay una concepción de la vida que supera por mucho la de quienes habitamos las grandes ciudades y nos hemos situado del lado de Doña Ciencia (a la que crítica y cariñosamente Julio Cortázar llama la atención en su Prosa del Observatorio).

Hace un poco más de veinte años tuve la fortuna de trabajar en varios proyectos con comunidades indígenas del departamento de Cauca, en el suroccidente colombiano. En particular, diseñé y realicé distintos talleres con amigos Comunicadores Sociales de la Fundación HablaScribe y la Fundación Colombia Nuestra. Uno de esos talleres intentaba aportar herramientas para la profesionalización de docentes indígenas guambianos y paeces. En esa oportunidad advertí el profundo respeto que estos grupos tienen por los bienes ambientales de sus territorios, por el agua, por las montañas, por las especies animales y vegetales, por las personas.

Unos meses después de estos eventos debí viajar a Silvia para otras actividades, y me recibió en su casa el Taita Lorenzo Muelas, quien llegaría a ser Senador de la República y acababa de dejar su cargo como Gobernador de su resguardo. Lorenzo me explicó por qué los guambianos tienen especial consideración por los ancianos de sus comunidades: ellos son quienes van "adelante" en el camino de la vida, son quienes trazan el camino para los que llegan luego, y sus saberes y experiencias, por esa razón, son un tesoro para las nuevas generaciones.

Lorenzo Muelas

Vuelvo a la medicina tradicional. El sacrificio de un conejillo de indias supone que el animalito, cuyos despojos son devueltos a la Pacha Mama en una ceremonia, "regala" su propio bienestar para la recuperación de los enfermos. Los indígenas hablan de "regalos de vida".


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Regalos de vida son todas aquellas experiencias que la memoria registra. Creo que todos vivimos para dar algo a otros, sólo que muchas veces no sabemos qué. De nuestros mayores aprendemos sin que lo que incorporamos a nuestras vidas como ejemplos, como saberes, como actitudes, como aficiones, como gustos, constituyan propuestas deliberadas de ellos y, menos aún, búsquedas claras de parte nuestra. Y, sin embargo, de alguna manera somos ellos.

Los regalos de vida son una razón suficiente para no juzgar a quienes se van. No todos eran para nosotros, pero algo recibimos y a veces recibimos mucho. Es lo que siento con respecto a todas y cada una de las personas que se han ido en mi familia, inclusive con quienes decidieron hacer sus vidas en lugares apartados y con quienes tengo poca o ninguna comunicación, o frente a familiares sobre los que apenas sé que existen y a quienes jamás he visto.

Y es que resulta impensable la vida sin la vida misma. Uno descubre (a veces un poco tarde) que quienes nos rodean son viajeros de nuestros propios destinos, mucho más si la vida los situó como acompañantes de nuestros procesos de crecimiento y formación.

Y así es con la amistad, y así es con la familia, y así es con el amor. Inevitablemente nos regalamos vida, y es importante que de vez en cuando hagamos conciencia de esto, y lo disfrutemos, y lo agradezcamos.

Por lo pronto, regalo mi abrazo y la invitación a que hagamos de la memoria de quienes hemos querido un pretexto para la celebración de la vida.

En Bogotá, octubre 4 de 2012