viernes, 1 de noviembre de 2013

Carta Baraja


No la inventé. Apareció una noche en la que, hace un poco más de veinte años, me dolía por no estar con una mujer que entonces amé. Quizás sigo pensando en los juegos de las palabras y en todos los juegos que se ofrecen como reto y como posibilidad todos los días, quizás imagino el mundo en reversa y pienso en revivir situaciones en las que definitivamente he asumido una apuesta, quizás me voy haciendo un poco viejo (inevitable y decididamente viejo) y me aferro a toda la fuerza de una vida que siento comprometida, a pesar de cada desliz en el camino, o de cada inconsistencia en las ideas, y en la relación entre propósitos y concreciones.

Naipes más antiguos italianos que se conservan


Una baraja es una puerta hacia posibilidades de juego, una trampa, una alternativa para la salvación o la condena, el incierto camino hacia aquello que hemos fabricado -sin saberlo- para afirmarnos y para escarbar en busca de un remanso.

La idea viene del I Ching, o de la Rayuela de Cortázar, o del ajedrez, o de la vida misma. Se trata de una serie de fichas (cartas) que se pueden mezclar -con los ojos cerrados, si se quiere- mientras se toma un café o se dispone uno a dormir. Las combinatorias resultantes son enormes, sobre todo si se piensa que pueden llegar con los días otras hojitas a engrosar el mazo.

Como se trata de un juego, no importa qué carta está en primer lugar, porque no hay una posición privilegiada o dominante: la vida no te dice qué escoger entre puertas que no sabes a dónde te conducen. En el amor, más que puertas hay sensaciones, o esas cosquillas que te invitan a arriesgar un intento.

Podríamos tener al comienzo una carta que dice...


Pero la carta no es la primera, ni la segunda ni la última (para qué un lugar, para qué una secuencia definida, si todo se presenta simultáneamente o con el ordenamiento del desorden).

Y sigue (aunque ya no, ni necesariamente)...


esa carta que obtura hasta el fracaso la certeza de un avance, de un paso hacia adelante (adelante no es nada, apenas una idea prestada). Y hay más, porque se ha comprendido una condición


... y titubeamos, y descubrimos que la incertidumbre es mayor, dominante, si pensamos en términos de proyectos y de objetivos...


Nada hay cierto, no hay cómo armar el cuento de lo ya realizado porque todo es incierto, aquí la idea de método se quiebra... Y se dice que


...reconociendo que jamás habrá tiempos definidos, que no hay pasado en el futuro que hace nuestro presente, que son posibles todas y cada una de las situaciones que se pueden causar...


... y el tiempo no será más que otra ilusión, o estaremos tan muertos como aquello que se olvida.Y las personas no serán más que una categoría de las descripciones gramaticales, a menos que sintamos que hay nosotros en muchas de las contravenciones con las que retamos ese pequeño mundo que habitamos.


 Y siempre habrá de ser ese momento en el que alcanzamos a sabernos decididamente necesitados de otros, urgidos de certezas sobre la posibilidad de querer y de entregarnos porque sí, porque siempre querer será de veras si alguien nos pide ser querido.


Se aprende que no es lo mismo ser animal que ser humano, que andamos debatiéndonos entre el deseo y el proyecto, entre la piel y el cálculo...


porque jamás volveremos a estar solos, más allá de la piel y de los ritos que inventamos para borrar las sombras; porque hemos sido capaces de inventar un camino que nos trae el abrazo, la sonrisa o el canto, y entonces convendremos que hemos estado vivos...




Se trata de un ejemplo, de una propuesta, de una idea de juego que hace ciertas algunas ilusiones...


El autor sugiere que se juegue, y que se enriquezca la baraja, y que la vida -entonces- se ilumine. Cada quién con su apuesta, cada uno con su idea del juego....


Nota: Pueden imprimirse, recortarse y armarse las barajas, que seguramente -si se es serio con el juego- irán incorporando otros textos, otras fichas. Todo se puede enriquecer.